Esta mujer, que duerme sobre el lecho en penumbra, una docena larga de amapolas en mis horas de trilla del recuerdo, algún libro, delgado y necesario como el vino y la sal: esa es mi vida.
Y cuando el día llegue que deba devolverlos, espero que me dejen hacer trampa y escapar con su aroma, su magia, su latido.
(En Verano, verano, 1986)
MujerA primera lectura, no es frecuente saber por qué un texto, aparentemente muy sencillo, nos llena de sensaciones y nos deja en vilo. En este "Mujer" es fácil descubrirlo. Dos estrofas bien diferenciadas: la de planteamiento, con inequívoca afirmación "esa es mi vida"; y la de conclusión, paradójicamente desiderativa, subjuntiva. El autor explicita rotundamente lo sencillo que constituye su existencia pero esmera sus dudas en el remate. La semántica verbal es así impecablemente aprovechada. Obsérvese la limpieza técnica de los sustantivos: sólo dos plurales "amapolas" y "horas" y aun el primero regido por el singular "docena" enfrentados a la persistencia singularista y ambigua del final "su aroma, / su magia, su latido", cualidades aplicables indistintamente a los tres pilares de la vida planteados. El titulo vincula inevitablemente la mujer con las tres propiedades finales, pero es indudable su aplicabilidad al resto de elementos, "amapolas", "libro", e incluso por referencia - de nuevo semántica - a la "trilla del recuerdo" y hasta al "vino y la sal"; eso aumenta la magia polisémica, no de palabra sino del conjunto. Añadamos la fácil complicidad de que a todos nos llegará "el día" y la esperanza de que perdure, aun con trampa, lo que nos hizo felices, y sabremos por qué nos dejó en vilo el poema. El flujo impecable de heptasílabos y eneasílabos sin rima no hace más que servir técnicamente al contenido. (Enrique Gracia Trinidad)
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