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Relevancia de la poesía en el Siglo XXI PDF Imprimir E-mail
Ensayo

 

Dejémosnos de historias. La poesía es relevante, desde hace muchos años, solamente para los propios poetas. Si se quiere,  también para algunas otras personas  no poetas -un porcentaje insignificante de la sociedad- .

Y está bien que así sea. Entre otras razones, porque ni los mismos poetas se han puesto jamás de acuerdo en qué sea, cómo sea y para qué sea la poesía. Ni Jean Cocteau les ayudó. Claro que algo parecido ha ocurrido en las demás artes, pero con la diferencia de que pintura, música, arquitectura, han conseguido acreditarse un determinado valor económico. Y en cuanto a la narrativa y otras artes derivadas de la pluma  (o el bolígrafo, o el ordenador electrónico), tienen el atractivo de que son entretenidas, de que sirven para pasar el tiempo.

La poesía, no. La poesía no sirve -ni espero que nadie llegue un día a pensarlo- para divertirse, para pasar el rato antes de conectar la televisión. En realidad, la poesía aspira a trascender el momento presente. ¿No es eso un objetivo magnífico? Pero son pocos los seres humanos, y menos en nuestra sociedad de hiperconsumo, que quieren mirar más allá del presente, como no sea en áreas muy bien definidas: las relaciones humanas, el porvenir de los hijos, el acceso a la edad avanzada. Ni siquiera los problemas de la convivencia -los que afectan a  la política-  llegan a captar mucho tiempo la atención del ciudadano. Que no votará a menos que sea artificialmente incitado a hacerlo.

¿Qué significamos, pues, los poetas? ¿Qué hacer para devolver a nuestra amada Poesía al estatus de hace uno o dos siglos? Me temo que nada, y ojalá nada.  No quiero ver de nuevo pasar copias de poemas de mano en mano, no quiero volver a escribir redondillas en los abanicos. Me conformo y me afirmo en nuestra labor actual: intentar con cada poema la cuadratura del círculo, y alguna vez, tener como recompensa -estupenda recompensa- escuchar las palabras de elogio de un poeta sabio, que olvidó que la primera obligación del poeta es desdeñar a los colegas.

Y desde luego, recordar sus otras dos obligaciones. La primera, mirar con sospecha lo que acabamos de escribir, y tratar de hacerlo mejorar hasta el límite de nuestra capacidad.

¿La tercera obligación? Romper el poema anterior si conseguimos escribir uno mejor. Así se salvarán los bosques.

Pero, me temo, nadie va a cumplir con esa tercera obligación. Porque en todo poeta hay un Narciso.

Agosto, 2007


Publicado en el espacio digital “Poemanía” de Piero De Vicari.

 

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