El barco de papel Imprimir
Narrativa

 

Hubo una guerra muy mala, casi tan mala como las de las películas. Ya sabes que esas son de mentira; en ellas no se muere nadie, y los tiros y las patadas son de mentirijillas.

En esa guerra que te cuento sí que había tiros y gente que se moría. Qué pena. Por suerte, Pepe no estaba donde se peleaban los mayores. Él vivía en una calle pequeñita, con árboles y gatos. A veces se oían  grandes ruidos: eran los cañones y las bombas, decía su mamá.

A Pepe sólo le preocupaba jugar con los vecinos, sobre todo con la niña de arriba, que tenía muchos libros de cuentos. Un día, Pepe se escapó por las escaleras, hasta la calle; la verdad es que lo hacía en cuanto podía.

A pocos pasos, encontró a unos cuantos  chicos que trabajaban afanosos. Con piedras, trozos de ladrillo y serrín de colores, habían hecho un paisaje precioso sobre la misma acera, con ríos, montañas, pueblos.  Soldados de plomo, coches de madera, hasta un tren había en ese mundo maravilloso como nunca había visto.

En el extremo de su construcción habían puesto el mar.  Claro que no de agua: era de serrín azul.  Pero era igualito que el de verdad, seguro, aunque nunca lo había visto.

En medio del mar, un barco hecho con periódicos que se movía despacito.  Un niño tiraba de él con una cuerda, y el barco se iba alejando, alejando. Los otros niños, junto a los soldados de plomo y al tren de hojalata, le decían adiós, adiós. Todos se pusieron tristes, porque no se iban en ese barco, lejos de los cañones y de los aviones que tiraban bombas.

En seguida, echó a correr escaleras arriba, a ver a su amiguita.

(En Historias de Pepe, 1986)